Violencia verbal familia

Violencia verbal en la familia

Mucho se dice sobre la violencia física y sobre la mujer golpeada, pero existe otra forma de agresión, mucho más sutil porque no deja marcas visibles, que es el maltrato verbal: el insulto y la humillación hacen que la imagen de uno mismo se deteriore completamente.
Es la violencia más silenciosa, la que menos lleva a la denuncia a nivel judicial, la que incluso se admite socialmente y la que, no por eso, se sufre menos: una casa en la que uno de los miembros de la pareja humilla al otro y/o a los hijos, es un ambiente en el que se construyen imágenes distorsionadas y que deja huellas en el psiquismo de los adultos y, fundamentalmente, de los niños.
En la violencia verbal el violento intenta degradar al otro llevándolo lo más bajo que pueda para hacer con él lo que desee. Cuanto más lo degrada, más siente que vale, es una relación especular, de vida o muerte, donde el violento vive gracias a que tiene a otro a quien denigrar en función de sus preconceptos, señalándole permanentemente lo que le falta o lo que hizo mal.
A diferencia de la persona golpeada, que obliga a un tercero -sea un profesional o no- a declarar en defensa de la víctima, en la violencia verbal a lo sumo se puede hacer un comentario condenatorio y, cuando hay gritos, se recurre a los vecinos para que testifiquen.
La violencia verbal implica una manera de relacionarse en la que no hay un tercero que legalice, porque la verdad es que no se puede decir todo ni de cualquier manera y no de cualquier manera nos relacionamos con los otros ni nuestra palabra es la única ni la más valedera, pero el violento cree que él tiene la verdad y lo que el otro diga no tiene ningún valor. A veces ocurre que la persona de un tercero -como un hijo- despierta la violencia que hasta ese momento no existía, pero hay indicios que se pasan por alto, que no se toman en cuenta y el violento avanza en la medida en que el otro lo deja hacer.
En un noviazgo puede haber indicios de violencia verbal que se van agravando en el matrimonio, sobre todo cuando se tiene a la persona más encerrada. El tema es cuando la violencia verbal recae sobre los hijos, el producto de su vientre o de su simiente, ahí hay que preguntarse por qué en lugar de alentar se menoscaba y se basurea.
Para un chico la verdad es la que le dicen los padres y si le dice basura el chico se va a identificar con un objeto de desecho, porque es el lugar en el que el otro lo posiciona. Se va a ofrecer al mundo como tal y va a encontrar siempre en la escena social otros que lo van a confirmar en esa posición.
En el caso de los chicos es más grave porque ellos crecen con una imagen de sí absolutamente deteriorada y después pueden manifestar desde una terrible agresión hasta una gran inhibición: hacer lo que les hicieron a ellos u ofrecerse a la denigración de otro.
Por lo general los que están en medio de esta violencia verbal no se dan cuenta y suele ser un tercero el que ‘despierta’ y muestra que esto no es normal, es raro que surja de la persona porque lo está viviendo. Es muy importante que la persona que padece esta situación pueda hacer un recorrido analítico, porque no se sale sólo con la denuncia, la separación o el tomar distancia, sino entendiendo por qué se permitió y se vivió en esa escena violenta.

Asesoró: Stella Maris Gulian,
psicoanalista Centro Dos

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